Los plásticos convencionales están fabricados a partir de materias primas no renovables, cómo el petróleo. No son biodegradables, es decir, no sirven de alimento a ningún ser vivo. Sólo se degradan con la radiación solar perdiendo resistencia y rompiéndose en partículas cada vez más pequeñas, sin cambiar su composición química. Cuando su diámetro es inferior a 5 mm., se denominan microplásticos.
Por el contrario, el plástico biodegradable está diseñado para ser consumido por organismos vivos. Esto se consigue debido gracias a que está fabricado con materias primas orgánicas que proceden de fuentes renovables, como el plátano, la yuca, la celulosa, las legumbres que contienen grandes cantidades de ácido láctico, los polisacáridos, polilactonas, polilactidos, el aceite de soja y la fécula de patata.
Para fabricar plásticos biodegradables se utiliza, principalmente, como materia prima el almidón, un polímero natural obtenido del maíz, del trigo o de la patata. Dentro de estas fuentes la que mejor resultados está dando es el almidón de patata, ya que aparte de ser un recurso renovable e inagotable, presenta ciclos de vida cortos y cerrados con altos rendimientos de cultivo por hectárea, bajos consumos de agua, impulsa el desarrollo del sector agrícola y potencia el cultivo de extensiones en vía de abandono. La producción del plástico biodegradable empieza con el almidón que se extrae del maíz, luego los microorganismos lo transforman en una molécula más pequeña de ácido láctico que sirve como base para la elaboración de cadenas poliméricas de ácido poliláctico (PLA). El entrecruzamiento de cadenas de PLA da lugar a la lámina de plástico biodegradable que sirve de base para la elaboración de numerosos productos plásticos no contaminantes
De forma general, existen dos tipos de plásticos biodegradables: